Esbozo Extraído de la Obra del Che Guevara.
El Socialismo y El Hombre en Cuba (1965).
En nuestro caso, la educación directa adquiere una
importancia mucho mayor. La explicación es convincente porque es verdadera; no
precisa de subterfugios. Se ejerce a través del aparato educativo del Estado en
función de la cultura general, técnica e ideológica, por medio de organismos
tales como el Ministerio de Educación y el aparto de divulgación del partido.
La educación prende en las masas y la nueva actitud preconizada tiende a
convertirse en hábito; la masa la va haciendo suya y presiona a quienes no se
han educado todavía. Esta es la forma indirecta de educar a las masas, tan
poderosa como aquella otra.
Ya no marchan completamente solos, por veredas
extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el
partido, por los obreros de avanzada, por los hombres de avanzada que caminan
ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas. Las vanguardias tienen su
vista puesta en el futuro y en su recompensa, pero esta no se vislumbra como
algo individual; el premio es la nueva sociedad donde los hombres tendrán
características distintas: la sociedad del hombre comunista.
Todo esto entraña, para su éxito total, la necesidad
de una serie de mecanismos, las instituciones revolucionarias. En la imagen de
las multitudes marchando hacia el futuro, encaja el concepto de
institucionalización como el de un conjunto armónico de canales, escalones,
represas, aparatos bien aceitados que permitan esa marcha, que permitan la
selección natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que adjudiquen
el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la sociedad en
construcción.
Hacemos todo lo posible por darle al trabajo esta
nueva categoría de deber social y unirlo al desarrollo de la técnica, por un
lado, lo que dará condiciones para una mayor libertad, y al trabajo voluntario
por otro, basados en la apreciación marxista de que el hombre realmente alcanza
su plena condición humana cuando produce sin la compulsión de la necesidad
física de venderse como mercancía.
Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros
intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente
revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero
simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres
del pecado original. Las posibilidades de que surjan artistas excepcionales
serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la
posibilidad de expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación
actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No
debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que
vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya
vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la
auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo.
El Partido es una organización de vanguardia. Los
mejores trabajadores son propuestos por sus compañeros para integrarlo. Este es
minoritario pero de gran autoridad por la calidad de sus cuadros. Nuestra
aspiración es que el Partido sea de masas, pero cuando las masas hayan
alcanzado el nivel de desarrollo de la vanguardia, es decir, cuando estén
educados para el comunismo. Y a esa educación va encaminado el trabajo. El
Partido es el ejemplo vivo; sus cuadros deben dictar cátedras de laboriosidad y
sacrificio, deben llevar, con su acción, a las masas, al fin de la tarea
revolucionaria, lo que entraña años de duro bregar contra las dificultades de
la construcción, los enemigos de clase, las lacras del pasado, el imperialismo.
Claro que hay
peligros presentes en las actuales circunstancias. No sólo el del dogmatismo,
no sólo el de congelar las relaciones con las masas en medio de la gran tarea;
también existe el peligro de las debilidades en que se puede caer. Si un hombre
piensa que, para dedicar su vida entera a la revolución, no puede distraer su
mente por la preocupación de que a un hijo le falte determinado producto, que
los zapatos de los niños estén rotos, que su familia carezca de determinado
bien necesario, bajo este razonamiento deja infiltrarse los gérmenes de la
futura corrupción.
En nuestro caso, hemos mantenido que nuestros hijos deben tener y
carecer de lo que tienen y de lo que carecen los hijos del hombre común; y
nuestra familia debe comprenderlo y luchar por ello. La revolución se hace a
través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu
revolucionario.